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¿Todas las emociones son necesarias?
La respuesta es claramente SÍ. Todas. Absolutamente todas incluso las que llamamos “malas” o “negativas”.
No solo son necesarias y legítimas, sino que son biológicas: es decir, las emociones no son buenas ni malas, simplemente son y vienen a transmitirnos un mensaje muy importante, siempre y cuando las sepamos escuchar.
La inteligencia emocional consiste en identificar nuestras propias emociones y las de las personas que nos rodean, para poder después entenderlas y gestionarlas. La regulación emocional es uno de los pilares de la inteligencia emocional.
Para entender en lo que consiste regular nuestras emociones, podemos imaginar una rueda, como las que usamos para subir o bajar el volumen de la música. El hecho de regular las emociones seria como darle más volumen, cuando tendemos a reprimir, callarlas y no “vivir” la emoción. O bajarle el volumen en las situaciones en las que las emociones suelen salir a gritos y de forma explosiva. El beneficio de la regulación emocional es que nos permite encontrar un punto medio entre la pasividad y la agresividad en la expresión de nuestras emociones.
Hace poco compartía una frase de Daniel Goleman
sobre ello: “cuando digo controlar las emociones, quiero decir las emociones realmente estresantes e incapacitantes. Sentir emociones es lo que hace nuestra vida rica”
Muchas veces, cuando enumeramos las emociones primarias - el enfado, la tristeza, el miedo, el asco y la alegría - nuestros coachees nos comentan que “¡¿solo hay una emoción “buena” y cuatro “malas?!””.
Todas son mensajeras y todas son necesarias y nos permiten “vivir una vida más rica” como dice el padre de la Inteligencia Emocional. Ninguna de las emociones primarias es sostenible de forma desregulada: si hablamos de la alegría - la que se suele denominar como “buena” o “positiva” - se trata de ni omitir esta importante emoción, ni tampoco vivirla desde su volumen más alto - la euforia - pues no es viable ni sano vivir en este estado. Y así con todas las emociones: regular el miedo, seria reconocerlo sentirlo y transitarlo escuchando el mensaje que nos brinda, y de nuevo no hacer como si no existiera, ni tampoco vivirlo desde la fobia que nos puede bloquear e impedir avanzar.
Algunas herramientas
nos pueden ayudar a desarrollar nuestra inteligencia emocional y particularmente, la auto-regulación emocional:
- La meditación o ejercicios de respiración: se dice que “el cuerpo grita lo que la mente calla”. Si te sientes incomoda, acelerada o al contrario apática prueba meditar, en especial el body scan, para registrar lo que te pasa en el cuerpo y ver que mensaje te puede traer que no hayas sabido/querido ver.
- Habla con algunos
amigos de confianza
sobre una situación en la que no hayas conseguido regular tus emociones bien sea omitiéndolas o por lo contrario donde te hayas dejado sobrellevar por ellas. Al verbalizarlo, puedes escucharte y dar la oportunidad para que los mensajes que te traían estas emociones vuelvan a emerger.
- Si te cuesta vulnerabilizarte o ponerle palabras en voz alta a estas situaciones, prueba escribirlo a través de un diario
o simplemente cuando surjan situaciones intensas emocionalmente – ¡es interesante apuntar tanto las que has conseguido regular como las que no!
- Busca tus “triggers”
– todos tenemos unos puntos rojos, unos elementos desencadenantes. Si lo consigues identificar, nombrar y describir (¡no siempre es fácil!), puedes apuntar algunas señales: que sentí en el cuerpo?, ¿qué me decían mis voces internas?, qué emoción(es) había detrás? Toda esta información será muy relevante para ayudarte a detectar próximos eventos similares y cambiar tu respuesta… ¡si así lo deseas, claro!
¿Y tú, como haces para auto-regular tus emociones?