Por Laura González Ortiz de Zárate
•
09 jun, 2023
Hace unas semanas, mientras facilitábamos una sesión dentro de un programa de Liderazgo y hablábamos sobre la escucha, y lo difícil que nos resulta escuchar de una manera profunda, sin juzgar, sin estar pensando en lo que queremos decir para responder… una participante dijo: “es que cuanto más conocemos a las personas , más difícil nos resulta escuchar …”. Y me quedé reflexionado sobre esto… y me vino esta frase: “ cuanto más te quiero, menos te escucho ”, ¿será esto verdad? Solemos hablar de lo difícil que nos resulta escuchar sin juzgar, lo que nos cuesta bajar el volumen de nuestros pensamientos, de nuestras experiencias y vivencias, de nuestra manera de ver la vida… normalmente las personas estamos deseosas de que nos escuchen de verdad , y no tanto de recibir consejos . Los consejos están bien, pero, ¿y lo potente que resulta que no te digan qué hacer, que te escuchen y te acepten incondicionalmente, y que te acompañen con preguntas para poder llegar tú a tus propias respuestas? Pues bien, si nos detenemos a pensar en qué sucede cuando intentamos escuchar a personas a las que queremos mucho, a las cuales conocemos bien, es posible que caigamos en la trampa de escuchar aún menos. Si lo piensas, todos hemos dicho frases como estas en algún momento: - “a mi hijo no le gusta la tortilla de patata”, o - “mi pareja es una persona poco sociable”, o - “mi amiga no es aventurera”, o - “a mis padres no les gusta viajar” Si aceptamos la premisa de que somos seres en continuo desarrollo y crecimiento , estaremos todos de acuerdo en que podemos (y debemos) cambiar . Por lo tanto, también podemos estar más abiertos a los posibles cambios de las personas que queremos. Abiertos a que se vayan transformando, a que vayan evolucionando y, por lo tanto, a que vayan cambiando. Si estoy dispuesto a aceptar esto, me será más fácil escuchar profundamente a las personas que quiero y que más conozco. Puesto que en el proceso de la vida todos cambiamos. Eso sí, será un reto bajar el volumen de nuestro “loro interno” para poder escuchar realmente lo que el otro me quiere decir. Porque hay posibilidades de que ahora sí le guste la tortilla de patata, o le apetezca empezar a socializar más, o tal vez quiera arriesgar con alguna aventura o comenzar a viajar. Así que te animo y reto, a que trates de escuchar a las personas que más conoces y quieres, con mirada limpia, corazón abierto y oídos de niño. Cuídate,